Fantasy

En Fantasy , la mirada del autor se fragmenta entre lo íntimo y lo monumental. El personaje nos ofrece sus manos abiertas, como quien entrega una promesa, un enigma o simplemente se entrega a la interpretación. La remera roja parece latir desde el centro de la composición, como corazón visible.
El fondo se eleva en un estallido de estructuras imposibles: planos afilados, curvas inverosímiles, formas que rozan lo arquitectónico, lo escultórico, lo simbólico. La cinta del infinito sobrevuela la escena, no como un símbolo cerrado, sino como una pregunta suspendida. ¿Es la imaginación lo que sostiene el equilibrio entre esas formas? ¿O es el retratado quien las invoca desde su quietud?
Este autorretrato no busca reflejar una identidad estable. Al contrario, propone al sujeto como campo de fuerzas: hay vértices, flujos, tensiones. El yo se vuelve interfaz entre geometría y deseo. Todo parece dispuesto para revelarnos que lo fantástico no está en lo irreal, sino en la potencia latente del pensamiento visual.
Fantasy no es una autoimagen, es una autoarquitectura. Aquí el artista no se representa, se diseña.