Zona Magenta

Nos sumergimos en una cartografía emocional donde la geometría ya no delimita territorios físicos, sino estados de ánimo. Líneas cortantes como incisiones dibujan un cristal roto sobre el que se deslizan brumas de azul, lavanda y magenta. Entre estos fragmentos —como huellas lunares— se asoman espirales y trazos intuitivos, dejando entrever una pugna entre lo calculado y lo espontáneo.
El magenta no solo actúa como color, sino como vector afectivo: es pulsación, herida, memoria. En esta obra, Walter Acosta continúa su exploración de una arquitectura interior, descompuesta y reenfocada, donde la geometría se convierte en partitura emocional de una sinfonía que desafía la razón.